La fotografía y el síndrome de Stendhal

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“El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras de arte”.

Esta es la definición que nos da la Wikipedia. Lo que la Wikipedia no nos explica es hasta qué punto y a qué nivel puede afectarnos este síndrome en la vida diaria y de forma más concreta a la hora de hacer fotos.

No sé cuantos hemos compartido la misma experiencia:
Vemos la escena a través del visor de la cámara y hay algo que nos obnuvila y nos obliga a disparar: El color del atardecer, un gesto o la belleza de alguien que se cruza en nuestro camino. Es “el momento”, el corazón late deprisa y hacemos ¡click!. Pero cuando revisamos nuestra foto viene la decepción: el color del atardecer se parece al de un día gris, el gesto que nos llamó la atención esta borroso y quien se nos cruzó aparece en la foto pero perdido entre un mar de gente. Si la imagen es técnicamente correcta, ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué especie de furor transitorio se apoderó de nuestra mente?

La respuesta la tiene Sthendhal: hemos caído en la versión fotográfica de su síndrome. Al más bajo nivel el “lenguaje visual” de la cámara sólo tiene tres elementos que podríamos llamar “gramaticales”: El encuadre, el enfoque (que viene dado por la apertura) y la velocidad de obturación. Pero también está la gramática de la imagen y de ésta no se acuerda casi nadie. Cuando apretamos el botón: ¿Cuál es la actitud de los personajes? ¿Qué nivel de verosimilitud tiene la imagen? ¿La modificamos de alguna forma participando en lo que ocurría o nos comportamos como un espectador invisible? ¿Qué objetos están incluidos en el encuadre y cuales han sido excluidos? ¿Qué relación tienen entre ellos? ¿Qué colores aparecen en la imagen, dónde y cómo modifican el mensaje que nos transmite? La lista es muy, muy larga y los parámetros de control de que disponemos para que una imagen “diga” lo que nosotros queremos es enorme. Hay que saber muy bien cuándo disparar y porqué. Como decía Frank Horvat:
“La fotografía es el arte de NO apretar el botón”.

Por supuesto, cada vez que queramos capturar una imagen no hay que repasar cada variable. Como ocurre con un instrumento musical, hay que aprender y practicar y con el tiempo lo haremos de forma automática: cada imagen expresará justo lo que buscamos, ni más ni menos. Habremos superado para siempre nuestro síndrome. La belleza no nos descontrolará, nosotros la controlaremos a ella.

// Ángel Albarrán es profesor del Curso de Fotografía Narrativa del Laboratorio de Escritura.

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