Las auroras de sangre, William Ospina

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El descubrimiento de América fue un momento fundamental en la historia de la humanidad. Aunque es cierto que la mayor modificación de las sociedades se presentó en territorio americano, España también sufrió una importante transformación, no sólo a nivel político y económico, sino también en un elemento fundamental de su vida diaria: el lenguaje.

Del Nuevo Mundo llegaron palabras nuevas que poco a poco se fueron integrando al vocabulario cotidiano de los peninsulares. No obstante, la literatura española fue reacia a añadir los nuevos términos. Ejemplo de ello es La Araucana de Alonso de Ercilla, en donde se relatan las batallas de conquista de Chile, pero en el que no aparecen vocablos indígenas.

A diferencia de Ercilla, hombre de la Corte de Felipe II, Juan de Castellanos era plebeyo y aventurero, aunque no menos culto que el primero. Cruzó el Atlántico en la segunda mitad del Siglo XVI con menos de veinte años y no volvió jamás a su pueblo sevillano, cautivado por el Nuevo Mundo. Su pasión por las tierras colonizadas lo llevó a escribir una obra tan monumental como desconocida: Las elegías de varones ilustres de Indias.

Cuatro siglos después, el escritor colombiano William Ospina desentraña esta obra y la presenta como la carabela con la que se logró el descubrimiento poético de América, al ser la primera escrita en castellano combinado con vocablos de las tierras conquistadas. De esta manera, las narraciones poéticas de Castellanos logran una precisión visual que ofrecen otro punto de vista de la historia oficial de la conquista.

Las auroras de sangre no es sólo un intermediario entre la obra de Castellanos y el lector del Siglo XXI, es una obra fundamental para comprender la identidad latinoamericana a partir del lenguaje y de los hechos que marcaron la conquista narrados sin el tamiz del prejuicio europeo y colonialista.

//Carlos López-Aguirre es profesor del curso de No Ficción del Laboratorio de Escritura.

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