Soluciones creativas: Escribir siempre / Irantzu Landaluce
Escribir se escribe siempre, no sólo cuando uno se sienta a la mesa, delante de la hoja en blanco o del ordenador. Se escribe en los sitios más insospechados: en el metro, en la sala de espera del dentista, en la ducha. Se escribe mientras se cocina, porque mientras las manos están ocupadas, la cabeza trabaja con más libertad.
Se escribe cuando uno se sienta en una terraza y escucha, con vocación de espía, de curioso insaciable, de metomentodo, la conversación de al lado. Se escribe cuando en un restaurante uno se pregunta qué relación habrá entre aquella pareja (él muy joven, ella mayor) que parece comportarse de forma extraña (¿será su madre, su amante, su jefa, su tía Pili?). Se escribe en la cola del supermercado, intentando adivinar qué vida se esconde detrás de una compra (el tipo de yogures es una gran muestra de solterías y maternidades).
Se escribe cuando nos llama la atención un gesto, una palabra (“firulística” dijo el otro día mi suegra, como si tal cosa, y casi me levanto y le doy un beso), una cara, una manera de vestir, una frase.
Se escribe en los malos momentos y en los buenos, porque todo va al cajón de la memoria del que luego iremos sacando material, de manera más o menos consciente, cuando llegue el momento.
Se escribe siempre porque antes de escribir en el papel, se escribe en la cabeza, porque es ahí, en la cola del súper, en la cocina, en la ducha, donde van tomando forma las historias, los personajes, los lugares.
Así que si queremos escribir no esperemos el momento adecuado. Llevemos la escritura siempre con nosotros, allá donde vayamos, y, eso sí, no olvidemos que por mucho que se escriba en la cabeza después hay que pasarlo al papel y reservemos cada semana, si puede ser cada día, ese rato precioso para no hacer nada más: sólo escribir.
//Irantzu Landaluce es porfesora del curso de Introducción a la Narrativa del Laboratorio de Escritura.
[...] Imagen: Laboratorio de Escritura [...]