Desde la ventana miro la calle con su ajetreo. La angustía por pasar la luz del semáforo me recuerda que debo volver a mis estudios.
La tranquilidad de este lugar me produce un vacío en el estómago. Conociendo lo delicado que es mantener el silencio, decido romperlo, al morder sigilósamente el bocadillo que mi madre me preparó esta mañana.
HIPERACUSIA f. PAT. Aumento anormal de la sensibilidad auditiva. Dísese de aquel síndrome de disminución de la tolerancia a sonidos normales y del ambiente.
La mosca vuela y atraviesa con su ruido atraviesa mi lugar de trabajo. lugar de trabajo: pasa por el frente de mi portátil, la pantalla de leds del portátil, por la parte alta de la biblioteca, biblioteca, allá donde se esconden los libros a medio leer, y sobre el escritorio. escritorio como si fuera un aeroplano en combate que descarga su munición entre el diccionario diccionario de la Real Academia de la lengua y las hojas dispersas por la superficie. superficie. Con valor, levanto el diccionario que tengo en la mano, mano, en un rápido movimiento de decapitador medieval, y lo dejo caer con su peso y conocimiento sobre el escritorio. escritorio ¡Crack! ¡Crack! No hay supervivientes a la vista. No hay ruido. No hay ruido. En silencio, levanto suavemente el diccionario de la zona de contacto pero no encuentro nada. No hay sangre. No hay sangre. Esperando ver esparcidas las tripas y la sangre alígera en las hojas internas del diccionario, reviso sus páginas interiores y la encuentro: la encuentro: MOSCA MOSCA f. Zool. Insecto díptero de la familia de los múscidos de cuerpo grueso y patas cortas. Tiene por costumbre habitar lugares insalubres por lo que es portador de innumerables gérmenes patógenos transmisores de diversas enfermedades.
El tintineo del semáforo
No es
la gente,
el tumulto de la gente cuando habla y parece que un ruido de lenguas me atraviesa el cuerpo,
tampoco
los autos.
es el sonido de los autos con sus bocinas eléctricas chillando a cada segundo en la mitad de esta enorme calle.
Es el
tintineo
tintineo casi imperceptible
del semáforo de la esquina, cuando enciende y apaga sus luces, que
me angustia hasta la
saciedad.
saciedad y me obliga a masajearme la cabeza para
mantener la calma.
mantener la calma. Es inevitable: estoy al borde de un
ataque de hiperacusia.
ataque de hiperacusia así salgo disparado por la ventana abierta del coche y deambulo como un
desquiciado.
desquiciado, por entre los peatones en medio de la
calle
calle. Dejo atrás las bocinas y los insultos. Todos me miran con desprecio,
hasta que encuentro la biblioteca pública.
Estoy a salvo.
Estoy a salvo.
Apenas entro, descubro que los libros son excelentes aislantes del ruido,
así que busco un lugar tranquilo donde reponerme de este
ataque de hiperacusia.
ataque de hiperacusia. Con calma, me rasco de la base de la nuca hasta la punta de la cabeza en pequeños movimientos repetitivos,
en medio de un
silencio angelical.
silencio angelical. Sin embargo esta paz se desvanece cuando en la mesa contigua, una chica hace
ruidos extraños con sus labios.
ruidos extraños con sus labios. De
manera amable
manera amable doy vueltas alrededor de su puesto de trabajo, acaparado de libros, y
le pido que detenga su ruido pero ella
me ignora.
me ignora, absorta en la pantalla de leds de
su ordenador.
su ordenador. Trato de acercarme para averiguar sobre aquello que escribe, y es entonces cuando escucho el golpe:
¡Crack!
¡Crack! Un mazazo seco sobre la
mesa,
mesa, con el primer diccionario que encuentra a mano
es todo lo que necesito para largarme del lado de aquella loca y sus ruidos asesinos. Cruzo a prisa la sala de estudios y me dirijo hacia el fondo donde parece que reina la paz de un mundo habituado al
ruido.
ruido. Un grupo de ancianos leen los periódicos del día en
silencio absoluto.
silencio absoluto, hasta que uno de ellos decide cambiar la página de lectura y produce ese choque entre superficies de celulosa que retumba seco como el último suspiro de un
ahorcado.
ahorcado.
Es el Fin.
Es el Fin. Como si fuera una señal de ataque mortal, todos los ancianos del salón comienzan a cambiar las páginas de sus periódicos al unísono, hasta que un dolor inmenso me hace comprender que acabo de abandonar el mundo de los ruidos...
Creo que es el principio de la demencia.
Creo que es el principio de la demencia. Hoy mi abuelo me ha señalado el cuerpo de una mosca que supuestamente ha muerto por el sonido que producen varias páginas de periódicos al cambiarse al mismo tiempo. Quería llevársela a casa pero yo le he dicho que no.