Soluciones creativas: La vida sumergida de los personajes secundarios / Leonardo Valencia
Se ocultan, son discretos, entran y salen de la habitación donde viven, con todas las miradas puestas sobre él, el protagonista de una novela, mientras ellos, al margen, son reclamados con mayor o menos insistencia por el héroe principal, para luego volver a salir del escenario y seguir sus vidas de personajes secundarios. Aunque los olvidemos, es precisamente gracias a ellos que los personajes principales se construyen y se mantienen. Homais, en Madame Bovary; los dos asistentes de K, en El castillo de Kafka; el novio de Anya en Diario de un mal año, de Coetzee, entre tantos otros, que terminan por desaparecer pero que con su pequeño fulgor han iluminado uno de los tantos lados de los protagonistas. Quizá porque a fin de cuentas el héroe de una historia es una suma de iluminaciones parciales ofrecidas por los secundarios.
Los personajes secundarios han sido creados para no perdurar del todo en sí mismos, sino en relación al protagonista. Pero esa breve aparición, a veces recurrente, debe estar bien construida. Precisamente esa precariedad los convierte en una sorprendente reserva para incentivar la relectura. Cuando se vuelve a leer una novela se puede apreciar el cuidado que el escritor ha dedicado a ese secundario. Esa es la exigencia de los grandes novelistas: ninguno de los personajes secundarios queda en segundo lugar. Incluso algunos parecen tener una vida mucho mayor de la que se cuenta en un libro. Lograr esa sensación debería ser uno de los objetivos, no menor, del novelista.
Quizá un autor con los secundarios más prometedores sea Dostoyevski. Su novela Los demonios, por ejemplo, está construida a base de un despliegue muy cuidadoso de los personajes secundarios. Hay tantos que, por momentos, se puede dudar sobre quién es el protagonista. Es tan exigente el detalle y el cuidado de Dostoyevski que incluso un personaje de paso, la esposa de Shatov, parece tener una vida enorme por contarse pero de la que apenas se mencionan algunos detalles, o Kirilov, que aparece unas cuantas veces en la novela y que termina en una delirante escena de suicidio hacia el final de la novela, no por la muerte en sí del personaje, sino por los gestos de terror de quien está a punto de matarse. Su decisión es como un contrapunto de lo que podrían hacer muchos otros personajes de la novela, pero que no lo llegan a hacer.
Siempre hay una vida sumergida en los personajes secundarios. Esta vida debe salir a flote y apoyar a ese faro que es el protagonista principal en medio de un archipiélago de pequeñas islas que es toda novela. A veces sospecho que ellos, los personajes secundarios, los que se ocultan, son los que en realidad tienen la historia principal, pero sabiamente se ocultan. Una novela con fuerza es la que podría, en algún momento, desviarse por el camino de un personaje secundario. Si ese desvío es posible, paradójicamente, el camino principal está asegurado.
Puede que para el lector haya personajes secundarios o irrevelantes, pero para un novelista nunca lo son, aunque sean creados para que lo parezcan.
//Leonardo Valencia es profesor del curso de Novela del Laboratorio de Escritura
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cuando los impartís, hay intensivos? hay algo en verano?
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gracias
neli
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