Aquí América Latina / Una especulación, Josefina Ludmer

La editorial argentina Eterna Cadencia reeditó en 2009 el estudio de Josefina Ludmer sobre el novelista uruguayo: Onetti / Los procesos de construcción del relato, publicado originalmente en 1977 y uno de los libros más rigurosos dedicados al autor de El astillero. En 2010 la misma editorial publica una novedad de Ludmer: Aquí América Latina / Una especulación. Hay una gran distancia, no solo temporal, entre ambos libros: su reflexión ahora es menos académica, tiene una virtud estilística, y en la propuesta es notable por partes pero desigual en el conjunto.

A Ludmer no le falta rigor en su planteamiento central, la bibliografía teórica es acurada y se señala el rasgo urgente de la época: se necesita una nueva manera de abordar el fenómeno exponencial de la literatura latinoamericana. No es de menor importancia su deriva estilística. Una cierta plasticidad es indispensable para seguir ese movimiento sinuoso de las producciones latinoamericanas que carecen de centro fijo. Ludmer habla desde Buenos Aires, adonde retorna luego de una larga experiencia en la Universidad de Yale, que se nota en determinadas reivindicaciones políticamente correctas, como lo es la manera en que aborda novelas como El asco de Horacio Castellanos Moya o La Virgen de los sicarios de Fernando Vallejo. A ellos volveremos.

En ese retorno a Buenos Aires, Ludmer plantea una bitácora sabática fijada en el año 2000, con una sugerente flânerie por las calles de la capital argentina tomando el pulso a la vida cultural –en las novelas, el cine, el teatro y la poesía– con un diálogo personal con figuras como Luis Chitarroni, Martín Kohan, Rubén Szuchmacher, Ariel Schettini, Tamara Kamenszain y Héctor Libertella. Lo que constata quizá se resume en el encuentro con Kamenszain: la literatura argentina está volcada a lo que denomina “la fábrica de la realidad”, una urgencia por cartografiar lo real en sus mínimas expresiones, desde los testimonios barriales hasta las revisiones críticas de la historia nacional a través de las novelas. En este sentido su lectura de obras de Aira, Chejfec, Feinmann, Jorge Asís, Kohan o Perla Suez es reveladora de la actualidad, aunque resulta sintomática la perplejidad frente a una novela de Libertella y la ausencia, que me resulta notable, de la obra de Marcelo Cohen como contrapunto del eje realista sobre el que gira Ludmer. En cualquier caso este recorrido es lo más intenso y concreto del libro, aplicando una prolija variedad que abarca más de una docena de autores y libros argentinos para tomar el pulso de lo que ocurre del 2000 a la fecha de redacción de su ensayo.

El problema surge con la promesa de hablar de América Latina, donde el recorrido no solo tiene fisuras sino grandes vacíos. Una vez más nos encontramos con el problema del criterio de selección, que evidencia que todavía se recurre a los llamados autores representativos en número de tres o cuatro por país, entre los que sobresalen Colombia, Cuba, Uruguay y Chile. Perú se cifra en un autor y una novela, Óscar Malca y Al final de la calle, si descontamos el caso mixto de Mario Bellatin entre Perú y México. Me parece necesario señalar esta selección porque la desproporción frente al caso argentino genera desequilibrios y remarca el problema selectivo que se tiene en los recuentos críticos de las producciones latinoamericanas. Precisamente este es el problema de método del libro que se ampara en el título general de Aquí América Latina cuando bien podría haberse titulado Aquí Argentina y subtitulado Una especulación parcial sobre América Latina. Acierta Ludmer al matizar los nuevos rasgos de esta novelística, cifrada en problemas de emigración y sus respectivos desplazamientos lingüísticos, que se inserta en una discusión sobre el idioma como cifra económica en la que son llamativos el peso del mundo editorial español como mediador imperial y comercial de la lengua. Pero su reflexión adolece de esa parcialidad de un método que sigue siendo el mismo: el de cuotas nacionales que derivan en generalizaciones.

Un punto crítico del libro es cuando aborda las antiheimatroman de Castellanos Moya, Fernando Vallejo y Pimenta Bueno, donde la reflexión apunta a remarcar los aspectos más evidentes de denostación de sus personajes frente a sus realidades nacionales. Ludmer, sin sancionarlos del todo, puede dejar al lector con la sensación de que tales autores son impresentables misóginos y antipatriotas que cometen el error de imprecar contra sus países, y peor aun sintonizando con los procesos neoliberales y restándoles otras dimensiones. Hay un punto interesante en la alusión de Ludmer a la diferenciación que plantea Agamben entre secularización y profanación, en la que ella misma tiene una interrogante que deja abierta y que la exonera de un rechazo tajante a tales autores. Para Agamben la secularización consolida conceptos tradicionales, mientras que la profanación destruye el aura intocable y permite refundar el concepto de nación. Se pregunta Ludmer: “¿Podría pensarse quizás que ‘nuestras’ profanaciones latinoamericanas intentarían algo así como restituir la nación al uso común?” Ludmer no deja ninguna respuesta. La mía es que sí, que el eje de Vallejo es verbal y sintáctico para replantear en el dominio de la lengua el edulcoramiento de la lengua colombiana heredada de los modelos correctos y canonizados de un autor como García Márquez y de la tradición burguesa de su poesía, la misma que abordó Vallejo críticamente en sus biografías sobre Barba Jacob y José Asunción Silva.

En el trato a los autores argentinos –sobre los que se extiende más– Ludmer no se compromete a una valoración en el mismo sentido que aplica a los latinoamericanos, escorados hacia una generalización con todos sus riesgos. Quizá el camino de un nuevo método sea acabar con la selección de tres o cuatro figuras representativas de algunos países, en la que todavía quedan –a pesar de la crítica antiimperialista de la lengua planteada por Ludmer– los restos de las cartografías virreinales que facilitan una visión somera, sugerentemente lúcida, aunque parcial, de Latinoamérica.

//Leonardo Valencia es profesor del curso de Novela del Laboratorio de Escritura

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