Morfina, Mijáil Bulgákov

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morfina-mijail-bulgakovBajo el título de “Ciclo de cuentos” Bulgakov publicó este libro de cuentos en el año 1926, cuando ya comenzaba a ser un escritor afamado tras la aparición de “La guardia blanca” (1924) y “Corazón de perro”, en el año 1925, y antes de que entrara en la fase más notable de su producción, con la redacción de sus obras mayores: “La novela teatral” y “El maestro y Margarita”.

“Morfina” está compuesta por ocho relatos vertebrados por un eje temático muy definido: las aventuras y desventuras de un joven graduado en Medicina- trasunto de Bulgákov que también ejerció como médico rural entre 1917 y 1921- que es destinado a un dispensario en el interior de Rusia, lejos de cualquier capital, aislado de una vida social que anhela. Un tema ya utilizado anteriormente en la literatura pero que Bulgákov modifica y humaniza, nos evita explicaciones técnicas engorrosas que nos distraigan de la trama. Bulgákov exhibe en “Morfina” (nombre del octavo cuento del libro) sus mejores artes literarias y una maestría heredera de Chéjov y temáticamente no muy distante de los cuentos rurales o de “mújiks” del mismo Antón Pavlovich y de Turguénev aunque también podríamos encontrar semejanzas con algunos cuentos de Iván Bunin, prácticamente contemporáneos a “Morfina”.

Abundan en el libro los cuentos en que se relata alguna experiencia relevante centrada en un casa extraño o traumático y así en “La toalla con el gallo rojo” el médico novel amputa la pierna de una joven herida en el campo, en “La garganta de acero” realiza una traqueotomía a un niño o en “Bautismo de fuego” nos muestra un parto complicado y su desenlace. Otros como “Tinieblas egipcias” relatan mediante sus vivencias la ignorancia de los campesinos con los que trabaja y en “Morfina”, el cuento más alejado del eje temático y posiblemente también el más notable, muestra el proceso de adicción de un médico rural, Poliakov, amigo del narrador.

Algunos críticos han querido hermanar “Morfina” con los cuentos del escritor norteamericano William Carlos Williams, algo posteriores, pero a decir verdad enfrentados a los de Bulgákov quedan reducidos a un simple anecdotario médico. Los cuentos del ruso no son un diario médico, tienen temperatura literaria y vigor, rezuman una humanidad inusual a la vez que nos muestran un lienzo nada idealizado de lo que era la sociedad rural de los primeros años de la Revolución (los relatos parecen ambientados en el invierno de 1917 a 1918).

Bulgákov crea una arquitectura del libro con algunas imágenes recurrentes: el paisaje dominado por la nieve, la soledad metaforizada como una luz en mitad de lo oscuro, las enormes distancias que tiene que recorrer, la rudeza de los campesinos, algunos tics heredados de la época de la época esclavitud (no se abolió en algunas zonas de Siberia hasta 1862) y también cierto “hiperrealismo” a la hora de narrar las curas, amputaciones, partos, accidentes…

“Morfina” es, en suma, un apéndice del mejor Bulgákov, un bello rosario de cuentos que demuestra que también lo cotidiano -la actividad diaria de un médico rural- puede dar como resultado uno de los libros de cuentos más hermosos de la primera mitad del siglo XX.

// Fernando Clemot es profesor del curso de Narrativa 2 (avanzado) del Laboratorio de Escritura.

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