La balada del café triste, Carson McCullers
Debido a los problemas de salud que padeció durante toda su vida, Carson McCullers escribió, desgraciadamente, mucho menos de lo que a sus lectores nos habría gustado. Quizás es por eso por lo que esta escritora estadounidense, que triunfó a los veintitrés años con El corazón es un cazador solitario, no es tan conocida como mereciera en nuestro país.
Escribió siempre sobre el amor, sobre la soledad, sobre esa constante aspiración humana de encontrar a alguien sobre quien proyectar el deseo de amar, y quizás este cuento largo sea la obra en la que con más claridad y precisión logró plasmar esa obsesión suya. El amor entre la dura Miss Amelia y el jorobado Lymon es, sin duda, uno de los más grotescos de la historia de la literatura, pero por eso mismo también uno de los que mejor representa los engaños, o mejor dicho autoengaños, del amor.
Si a este tema le sumamos el escenario de un pueblo pequeño, melancólico, en el que la única emoción es la llegada de un extraño, o la aparición de un nuevo rumor, en el sur opresivo de Estados Unidos (escenario habitual de las obras de Carson McCullers), entenderemos por qué el cuento se titula La balada del café triste. No hay nada alegre en este cuento largo, ciertamente, pero sí una gran habilidad para transmitir las angustias y las miserias del ser humano, los intentos vanos de huir de una soledad que siempre acaba siendo inevitable.
La balada del café triste, Carson McCullers,Seix Barral.
// Irantzu Landaluce es profesora del curso de Narrativa del Laboratorio de Escritura.
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