Laboratorio de Escritura

W.G. Sebald comença el llibre en l’inici d’un viatge que el durà a voltar tot el comtat de Suffolk, a Anglaterra. A Suffolk hi trobarà paratges i amics coneguts en la vida i paratges i amics coneguts en la ficció. Sebald trena aquesta novel·la amb cabells del passat, cabells del present, cabells imaginaris, autobiogràfics i una bona dosi de realitats que han esdevingut llegendes i llegendes on hi ensumem certes realitats.

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Siri Hustvedt es poeta, ensayista y novelista, y si alguien no la conoce por ninguna de estas facetas, quizás sí haya oído su nombre porque además está casada con Paul Auster. El año pasado Anagrama publicó Elegía por un americano, pero anteriormente Circe ya había publicado varias de sus obras en España, entre ellas Todo cuanto amé.

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Julio se levantó antes de que el sol comenzase a iluminar el Altiplano Andino. Fue a la cocina. Quitó la manta que cubría la jaula de los pájaros y colocó agua en la caldera. Mientras tomaba su café, observó por la ventana el tenue amanecer en la ceja de El Alto.

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Escribir se escribe siempre, no sólo cuando uno se sienta a la mesa, delante de la hoja en blanco o del ordenador. Se escribe en los sitios más insospechados: en el metro, en la sala de espera del dentista, en la ducha. Se escribe mientras se cocina, porque mientras las manos están ocupadas, la cabeza trabaja con más libertad.

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No será “El perro de terracota” del gusto de los finos paladares literarios. Los lectores acostumbrados a galantes metáforas o las sutiles excelencias de un Marías o un Llamazares no conectarán con la larga serie de novelas con que el siciliano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925) viene copando el mercado desde que en 1994 creó su personaje estrella, el comisario Montalbano.

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En lugar seguro es una novela sencilla, sin aspiraciones de experimentación formal ni de modernidad. Con una prosa clara, sin adornos innecesarios, nos narra la historia de dos parejas, los Lang y los Morgan, que se conocen en su juventud y mantienen su amistad hasta la vejez.

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Estimado Mario: No deseo hacerte cómplice de este terrible acontecimiento ni cargarte a ti con esta cruz, pero entiende que a mis años sienta la imperiosa necesidad de confesar mis culpas. Tampoco pretendo que apruebes mi acción. Sé que nunca lo harías. Sólo quiero que seas conocedor del modo en que ejecuté una de las prácticas que pone de manifiesto lo más bajo de la condición humana.

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Si en el ejercicio literario cada autor traza su propio camino pocos habrán emprendido un sendero más abrupto que Georges Bataille (Clermont-Ferrand, 1897- París, 1962), trasgresor mórbido, hábil merodeador de los más profundos abismos, discípulo incondicional de Sade, de Blake, del turbio Isidore Ducasse, conde de Lautréamont, será Bataille la voz más provocadora de una generación que quedó enquistada entre existencialismo y surrealismo.

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Me acabo de aposentar sobre el sillón de la esquina. Con mil ojos, trato de ubicar espacialmente todos los objetos de aquella sala de estar en la que, sin saber muy bien cómo, he terminado cayendo. La mesa del centro, circular, en madera clara. Su tapete blanco, encima, de macramé; sobre él, un abigarrado frutero de loza blanca que ofrece manzanas, peras, plátanos y uva, cual repleta cornucopia de la abundancia vegetal.

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Jean Eyre és, segurament, la millor novel•la de Charlotte Brontë. Si més no, fou la novel•la que va fer-la famosa, o, millor dit, que va fer famós a Currier Bell, el pseudònim de Charlotte Brontë.

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