Fotografíame, que soy feo.

“Hacer una buena fotografía de algo estéticamente atractivo es sorprendentemente difícil”, nos explica Mark Davidson en la introducción del libro de Ralph Gibson “Reflections”. “Esto se debe a que la intuición no entrenada visualmente, nos hace creer que la belleza de cualquier cosa se reproduce automáticamente gracias a la cámara, apareciendo sin ningún esfuerzo en al fotografía. Pero la belleza no se traduce en dos dimensiones sin un esfuerzo consciente.”

Es un concepto falso, pero extendido, que viajando a un lugar exótico y paradisíaco o buscando una/un modelo físicamente atractivo lograremos una gran foto. Esto, no sólo no es cierto la mayoría de las veces, sino que además, si logramos una buena imagen desde el punto de vista del lenguaje visual, la mayor parte de ojos no entrenados no verán más allá de la grandeza del sujeto.

En la misma introducción Mark Davidson nos explica cúales son los “cimientos” de una buena fotografía:

“Mirando una fotografía, la mente va hacia atrás y hacia delante reaccionando al microcosmos emocional del diseño plano, la textura fotográfica, las ‘ayudas’ visuales sobre la perspectiva, la calidad y cualidad de la luz y las asociaciones mentales de los objetos que muestran. Estos múltiples niveles pueden cohesionarse o colisionar. No siempre ‘encajan’ y en realidad no tienen porqué. La tensión esencial entre estos niveles, le da a la fotografía su importancia”. “Puede que el objeto fotografiado sea feo o banal, pero la belleza de la fotografía emerge de otros niveles, no del objeto en si”. “La habilidad del compositor (en este caso el fotógrafo) reside en ser capaz de manejar estas tensiones entre niveles”.

Esta capacidad para “jugar” con el que mira se consigue dominando todos los niveles de los que se compone una imagen. Esta información es la que normalmente se encuentra dispersa en el conocimiento de los grandes fotógrafos y sólo llega a nosotros cuando nos paramos a entender lo que los fotógrafos quieren decirnos con su forma de entender la fotografía y con su trabajo.

William Eggleston es un gran ejemplo de este concepto. Comparado a veces con William Faulkner, este fotógrafo de Tenessee, pionero de la fotografía en color, tiene una habilidad única para encontrar la belleza y los colores más llamativos en la escenas más ordinarias.
En una de sus frases nos explica, de otra forma, la misma idea de Davidson:
“Cuando haces una foto no puedes dar nada por sentado. Nunca hagas eso. Cada sencillo pequeño y diminuto espacio en la imagen nos cuenta algo y tiene importancia”.

Influenciado por el trabajo de Robert Frank y Cartier Bresson, Eggleston estaba desesperado por encontrar lugares tan atractivos como Paris o la vieja Europa en Tenessee, que a él le parecía un lugar antiestético y banal. Cuando se quejó a un amigo: “¿Qué puedo fotografiar aquí? Todo lo que me rodea es tan feo…” Su amigo le dió la solución: “Fotografía lo feo”.

// Ángel Albarrán es profesor del Curso de Fotografía Narrativa del Laboratorio de Escritura.

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