Retrato disperso de Josep Pla

La literatura catalana vive un buen momento. A pesar de las dificultades de difusión de su lengua, acaso gracias a ello, sus autores escriben por el deseo de perdurar y para un grupo de lectores reducidos pero fieles que sigue creciendo. Acercarse a sus obras siempre da sorpresas. Sin embargo, vuelvo a Josep Pla, patrono de las letras catalanas, aunque él escurriría el bulto con sonriente ironía.

Pla murió en 1981. No ha dejado de reeditarse –su obra es vasta– y uno se encuentra en un problema si tuviera que señalar un libro central. Quizá el más conocido es El cuaderno gris. Pero hay que señalarlo todo. Nunca falla. Gran viajero y cronista, era también un apasionado de su tierra. La aborda con una maestría nada localista ni de exaltación tópica sino de construcción minuciosa, creando, a partir de lo mínimo, mil perspectivas. Lo empecé a leer en su libro sobre gastronomía –Lo que hemos comido– donde sintetiza la percepción de un país a partir de una seña minúscula, no menor: las setas, que lo lleva a describir a Cataluña como nación de micófagos o devoradores de setas.

Pla supo hablar del mundo entero, que recorrió en viajes interminables, tanto como recorrió, con una pasión por el detalle, la costa del Ampurdán. Ese viaje hacia afuera lo devuelve, con sutilezas, hacia adentro. Su libro Guía de la Costa Brava supera su título y traza un recorrido vital por este litoral irregular que se convierte en un mundo con escalas sucesivas. Otra escena memorable, siempre a partir de lo mínimo, es su llegada a Menorca en Las islas. Encuentra motivos hasta en su hotel, donde lo incomoda un ratón y pide un gato a los hoteleros, para concluir que el gato es tan inocuo como sus dueños.

Esta fuga de Pla entre tantas obras me hace pensar en la escritura dispersa de los autores inabarcables. En realidad ninguna obra suya destaca por encima de las otras. La dispersión es propia de quien respira a pecho abierto y hace circular el aire y, al mismo tiempo, volatiliza la inmovilidad. La concentración, en cambio, la de autores de una o dos obras destacadas, no es aérea sino pétrea: asienta, asegura, da puntos de apoyo. Quizá la escritura concentrada es más fiable aunque la sospecho menos optimista que la dispersa. A lo mejor por esto Pla puede llegar a escribir sobre los vientos con una serena fijación que tiene mucho de los autores latinos.

Recuerdo una exposición sobre Pla en Mallorca donde en un panel citaban su razón para viajar como el mejor remedio para huir de la “malaltia de la proximitat”. Será que mi oído –luego de vivir más de una década en Barcelona– ya no se fía de traducciones literales. Decir “malestar de lo próximo” me resulta una resta fonética de esas consonantes “t” que hacen de muro a saltar. Superar lo más inmediato para volverlo a ver con nuevos ojos es alcanzar una nueva inspiración. Pla inspira, exhala, salta y se dispersa y así acoge al lector con una cortesía que enseña maneras de mirar con el talento limpio del brillo propio.

Leonardo Valencia
Publicado en eluniverso.com
2011.09.13

Deja un comentario

*