Laboratorio de Escritura

“Mi conducta de lector, tanto en mi juventud como en la actualidad, es profundamente humilde. Es decir, te va a parecer quizá ingenuo y tonto, pero cuando yo abro un libro lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso.”

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“Creo que fue la idea que, como escritora, pasas tu vida entera siendo una observadora para después intentar recordar todo lo que has observado, e incluso puedes llegar a pensar una vez te has hecho más mayor – o eres mayor, como yo – que te has perdido el ser una persona corriente. Te has perdido todas las cosas que crees que posiblemente la mayoría de las personas han pasado su vida haciendo… Y entonces pienso que hice un pacto sobre lo que iba a hacer: la ruta de la persona corriente… Pero demostré no tener mucho talento al hacerlo, porque al cabo de poco tiempo, empecé a escribir otra vez.”

Para ver la cita en inglés en The New Yorker.

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“Mi actitud sobre la puntuación es que tendría que ser lo más convencional posible. El juego de golf perdería mucho si los palos de croquet y los tacos de  billar fueran admitidos en el campo. Deberías ser capaz de demostrar que lo puedes hacer mejor que nadie con las herramientas básicas antes de tomarte la licencia de añadir tus propias mejoras”

Ernest Hemingway . Carta a Horace Liveright, 15 de mayo de 1925.

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¿Sabes que uno de los problemas para quien empieza a escribir es la preocupación por querer ser rápido y no aburrir al lector?

Este es un error habitual. Y el resultado es contraproducente. Queremos ir más rápido pero por hacerlo avanzamos mal, sin ser memorables. El escrito se resiente por falta de detalles, descripciones y matices que pueden ser percibidos como secundarios pero que cumplen un propósito: fijar la percepción de la historia. Revisa lentamente un fragmento de un cuento o de una novela y verás que está repleto de pequeños detalles muy bien ubicados. Lo memorable es más efectivo que lo aparentemente rápido.

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“Cada vez que contaba la historia, el Rata tenía tendencia a detenerse de vez en cuando, interrumpiendo su narración, para insertar pequeñas aclaraciones o comentarios de análisis y opiniones personales. Era una mala costumbre, decía Mitchell Sanders, porque lo que importa es el material en bruto, la sustancia en sí, y no debes impedir que fluya libremente con tus intervenciones fuera de lugar. Lo que tienes que hacer, decía Sanders, es confiar en tu propia historia. Quítate de en medio y deja que se cuente sola.

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“No hay ninguna razón por la que la prosa no deba ser poética, siempre que la poesía que contenga sea asimilada por el medio y que sus ritmos sigan la estructura de la prosa y no del verso. Lo que ha desacreditado a la <escritura exquisita> es la poesía indisciplinada, indigerida, no asimilada, a menudo en verso blanco inconsciente y que no guarda relación alguna con la construcción, si la hay, del libro”. Cyril Connolly, Enemigos de la promesa.

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“Era necesario volver a elegir las palabras, escrutarlas para sentir si eran verdaderas o falsas, si tenían o no verdaderas raíces en nosotros, o si solamente tenían las efímeras raíces de la ilusión común. Era por lo tanto necesario, si uno escribía, volver a asumir el propio oficio que había olvidado en la embriaguez general”. Léxico familiar, Natalia Ginzburg.

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El arte de mostrar la vida en la ficción nunca podrá -en un análisis definitivo- ser nada más que un desgajamiento de los momentos cruciales de esa vorágine de la existencia. Ni necesita serlo. No es preciso que esos momentos contengan una acción, tomada esta en el sentido de un acontecimiento externo: de hecho, rara vez la contienen, porque la escena del conflicto se ha desplazado de la anécdota al personaje. Pero si las historias que los encarnan quieren atraer la atención y permanecer en la memoria debe haber algo que los haga cruciales, alguna…

Edith Wharton, Escribir ficción

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“Ya se sabe que el hombre tiene la facultad de sumirse por completo en un solo objeto por insignificante que parezca. También es sabido que cualquier objeto, por mínimo que sea, aumenta hasta lo infinito si la atención está concentrada en él”. Guerra y Paz, León Tólstoi.

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“La dificultad propia de la ficción es la de un compromiso azaroso, de ideas continuamente cambiantes, que debe realizarse en cada página entre un continente sin proyecto, que es la producción espontánea de la escritura, y un proyecto sin continente, que es la llamada insistente de ese timbre presentido y sin soporte material aún, al que se trata de encontrar y proporcionar un instrumento, que será el libro. Hay que mantener fuertemente los dos extremos de la cuerda tensa sobre la cual avanza la novela en equilibrio inestable. Si todo está ordenado por un proyecto demasiado preciso, demasiado articulado, toda la obra sufre de esclerosis y se desliza hacia la fabricación; si todo se deja a la posibilidad de la “textualidad” pura, todo se disuelve en un parloteo sin resonancia y sin armonías”. Julien Gracq, Leyendo escribiendo.

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